¿Hasta qué punto el objeto mostrado se refiere a un mundo mejor?

Los obje­tos son los dos gira­so­les, que no están solos, sino que fue­ron plan­ta­dos jun­tos por mí y mi hijo al prin­ci­pio del encie­rro y aho­ra están en ple­na flo­ra­ción. Siguen cre­cien­do, se rie­gan dia­ria­men­te y no nece­si­tan mucho más que la tie­rra, el sol y el agua. A veces se nece­si­ta poco para lograr efec­tos. Y se pue­de hacer de for­ma coope­ra­ti­va. Y no es nece­sa­rio lograr, cons­truir o dise­ñar cosas úni­cas. Depen­dien­do de las influen­cias ambien­ta­les, las cosas desa­rro­llan una vida pro­pia para cre­cer y flo­re­cer. Cuan­do nos arro­jan de nue­vo sobre noso­tros mis­mos y la vida y los estí­mu­los exter­nos se redu­cen, las cosas siguen desa­rro­llán­do­se, cre­cien­do y flo­re­cien­do y cam­bian­do de for­ma pro­duc­ti­va. La vida es un cam­bio.

Así es como imagino un mundo mejor:

Me gus­ta­ría ver un mun­do libre de com­pe­ten­cia, en el que todos, inde­pen­dien­te­men­te de sus carac­te­rís­ti­cas exter­nas, pue­dan cono­cer­se, con­ver­sar y pasar un buen rato jun­tos y tam­bién fro­tar­se unos a otros. Se atien­de a las nece­si­da­des mate­ria­les y nadie tie­ne que preo­cu­par­se de las preo­cu­pa­cio­nes exis­ten­cia­les, sino que pue­de estar acti­vo según las nece­si­da­des. Las com­pul­sio­nes no son tan fuer­tes, por­que creo que rom­per las vie­jas com­pul­sio­nes casi inevi­ta­ble­men­te pro­du­ce nue­vas y dife­ren­tes com­pul­sio­nes. La gen­te pue­de amar a quien quie­ra, siem­pre y cuan­do no se dañe a sí mis­ma. Como for­ma de gobierno, han pre­va­le­ci­do los prin­ci­pios demo­crá­ti­cos y se han amplia­do las opor­tu­ni­da­des de par­ti­ci­pa­ción, y las fron­te­ras son cosa del pasa­do. Hay comi­da y bebi­da deli­cio­sa y buen café. El café se pre­pa­ra de muchas mane­ras dife­ren­tes y no es dema­sia­do esti­mu­lan­te. Ade­más, fumar ya no es insa­lu­bre ni hue­le mal, sino que aho­ra es sólo un lujo. La mayo­ría de las veces hace 25 gra­dos y hay muchas posi­bi­li­da­des de bañar­se. Los pra­dos son fra­gan­tes y pue­des hacer sal­tos mor­ta­les en ellos o des­can­sar o tener una agra­da­ble char­la. Los ani­ma­les tam­bién están bien. Ya no se man­tie­nen como ani­ma­les de gran­ja, sino que viven jun­to a la gen­te y dan lo que pue­den y quie­ren dar. El nue­vo mun­do es coope­ra­ti­vo, ami­ga­ble y sen­sual.

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