¿Hasta qué punto el objeto mostrado se refiere a un mundo mejor?

Des­de que pue­do recor­dar, mucho antes de Inter­net y los telé­fo­nos inte­li­gen­tes, he encon­tra­do — en los libros — una varie­dad del mun­do y apun­ta­do­res a otras vidas y posi­bles vidas mejo­res, que nece­si­ta­ba en el peque­ño y estre­cho entorno en el que cre­cí, como el aire para res­pi­rar y con­ver­tir­se.
Mien­tras tan­to, los libros se han deva­lua­do mate­rial­men­te en gran medi­da y pue­den ser trans­mi­ti­dos a tra­vés de peque­ñas “biblio­te­cas gra­tui­tas”, que encuen­tro muy her­mo­sas como apro­xi­ma­cio­nes a una “eco­no­mía de libre inter­cam­bio” al mis­mo tiem­po — aun­que toda­vía guar­do algu­nos de los teso­ros espe­cia­les que me gus­ta­ría tocar y leer de nue­vo por el momen­to. Lo que tam­bién sig­ni­fi­ca que las cosas pue­den tomar sig­ni­fi­ca­dos que no pue­den ser medi­dos con dine­ro.
Este libro espe­cial, que leí por pri­me­ra vez en tra­duc­ción ale­ma­na (títu­lo: Der Pla­net der Habe­nichtse) repre­sen­ta aún más: En mis pri­me­ros vein­te años había leí­do mucha cien­cia fic­ción y fan­ta­sía, que veo en retros­pec­ti­va como una espe­cie de entre­na­mien­to del “sen­ti­do de posi­bi­li­dad”, que Robert Musil (en “El hom­bre sin cua­li­da­des”) me for­mu­ló, en el sen­ti­do: no sólo nece­si­ta­mos sen­ti­do de la reali­dad, sino tam­bién sen­ti­do de la posi­bi­li­dad. Este libro y este pen­sa­mien­to han ancla­do en mí que un mun­do mejor nun­ca será ter­mi­na­do, y mucho menos dise­ña­do de esa mane­ra. El sen­ti­do de la posi­bi­li­dad, es decir, la supo­si­ción bási­ca y la fan­ta­sía en la que las cosas podrían seguir sien­do dife­ren­tes y mejo­res (en lugar de afe­rrar­se al sta­tu quo por mie­do al cam­bio), es por lo tan­to para mí un com­po­nen­te abso­lu­to de un mun­do mejor.

Así es como imagino un mundo mejor:

En los con­tor­nos:
No hay explo­ta­ción — ni del tra­ba­jo de otras per­so­nas ni de la natu­ra­le­za. En cam­bio, la coope­ra­ción entre pares y la sos­te­ni­bi­li­dad en el res­pe­to a los demás y a los demás (que no inclu­ye la dis­cri­mi­na­ción con­tra nadie); y el cui­da­do amo­ro­so de todos los que lo nece­si­tan: niños y ancia­nos, per­so­nas de luto o con otras nece­si­da­des espe­cia­les; ani­ma­les enfer­mos, plan­tas sedien­tas, nues­tro peque­ño pla­ne­ta mara­vi­llo­sa­men­te vivo en el gran uni­ver­so
Con­fron­ta­cio­nes con el mun­do en todas las for­mas de arte a la altu­ra de los ojos y en un deba­te pro­duc­ti­vo con enfo­ques cien­tí­fi­ca­men­te guia­dos, así como com­pro­mi­so y deba­tes ani­ma­dos y cons­truc­ti­vos a la altu­ra de los ojos sobre qué, dón­de y cómo no va tan bien o podría ir inclu­so mejor.
No hay vio­len­cia como medio apa­ren­te de “resol­ver” con­flic­tos — aun­que con­fie­so que mato hor­mi­gas en mi coci­na y moles­tas mos­cas y mos­qui­tos cuan­do pue­do con­se­guir­las. Oh sí, toda­vía que­da algo en lo que tra­ba­jar…
En una uto­pía ima­gi­na­da de una vida pro­pia, Marx me había ins­pi­ra­do una vez: Ir a pes­car por la maña­na o tra­ba­jar en el jar­dín o apo­yar a mi vecino enfer­mo; coci­nar y dis­fru­tar de la comi­da por la noche con los seres que­ri­dos y/o invi­ta­dos, reír y “filo­so­far”, por ejem­plo, pen­sar y dis­cu­tir sobre las posi­bi­li­da­des de una vida mejor, o ver una nue­va pelí­cu­la o ir al tea­tro en el barrio; y entre­me­dio tra­ba­jar en mi coope­ra­ti­va o en un nue­vo mosai­co públi­co o … mien­tras que mis nece­si­da­des exis­ten­cia­les serían aten­di­das tan­to como las de los demás.

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