Me ima­gino un mun­do mejor como un mun­do jus­to, don­de todas las per­so­nas son igua­les y libres y tie­nen los mis­mos recur­sos, como la edu­ca­ción y el capi­tal eco­nó­mi­co, dis­po­ni­bles des­de el naci­mien­to. Ima­gino un mun­do en el que nadie tie­ne ham­bre o no tie­ne hogar, en el que nadie está obli­ga­do a vivir en el mun­do debi­do a cier­tas carac­te­rís­ti­cas — como la etnia, el géne­ro, la reli­gión, etc. — y / o tra­ta­dos de mane­ra dife­ren­te. Debe­ría ser un mun­do en el que las per­so­nas y su salud y el medio ambien­te se ante­pon­gan a la eco­no­mía. Debe­ría ser un mun­do libre de pro­pie­dad, sin un mono­po­lio del uso de la fuer­za, don­de todas las per­so­nas ten­gan acce­so a cual­quier tipo de infra­es­truc­tu­ra y pue­dan mover­se libre­men­te a cual­quier lugar y en cual­quier momen­to. En últi­ma ins­tan­cia, debe­ría ser un mun­do en el que haya mucho menos tra­ba­jo, unas cua­tro horas cua­tro días a la sema­na, para que haya más tiem­po para la recrea­ción.